domingo, 13 de noviembre de 2016

EVOLUCION DE LA POBLACION


Evolución poblacional  en la Península
   ¿Cuántos habitantes había en los reinos cristianos de la Península a finales de la Edad Media? ¿Cómo estaban asentados? ¿Qué oscilaciones se produjeron en la población de estos reinos en ese período?
La contestación a estas preguntas difícilmente puede pasar de una serie de aproximaciones e hipótesis. Sin embargo, la desesperante escasez de documentos medievales de aprovechamiento demográfico se alivia ligeramente en esta época, de la que se conservan padrones diversos, especialmente de carácter fiscal, aunque también militares.
Los reinos hispánicos ofrecen en los siglos XIV y XV, desde el punto de vista demográfico, un marcado contraste con las centurias anteriores. El crecimiento de la población, prácticamente ininterrumpido hasta finales del siglo XIII, cesó, dando paso, durante el siglo XIV, a una acentuada regresión demográfica, pues en este siglo aparecen “los cuatro jinetes de la Apocalipsis”: el hambre, la peste, la guerra y la muerte. Las epidemias letales y ante todo la terrorífica peste negra, que se difundió a mediados del siglo XIV, la guerra contra Castilla (1356-1369) y las persecuciones de los judíos (1391), causaron una elevada mortandad y dejaron una huella profunda en la sensibilidad de la época.
                                                         Numerosos lugares fueron abandonados, convirtiéndose en despoblados. Hoy se rechaza que la factura demográfica del siglo XIV fuera consecuencia directa de las epidemias. Se piensa, por el contrario, que la regresión comenzó antes, siendo en última instancia la expresión de un desequilibrio profundo entre los efectivos demográficos, deteniéndose el movimiento roturador de las tierras, y la gran pérdida global de la productividad de la tierra, o sea, de alimentos.
La riqueza sigue siendo fundamentalmente la propiedad de la tierra, y ésta a lo largo del medioevo ha ido incorporándose al patrimonio de la Iglesia: en la práctica han desaparecido los pequeños propietarios y los nobles laicos se ven en peligro por la propia crisis y porque su base territorial se halla reducida por la presión eclesiástica. Con este panorama no es difícil entender el período de hambruna al que se vio sometida la población, y fundamentalmente el campesinado. La peste negra actuaría, de esta manera, sobre una población ya debilitada, dando otra vuelta de tuerca a la débil situación del país. La posición de la nobleza laica es insostenible, pues a la escasez de tierras ahora se une la falta de brazos para trabajar. El agobio que provocaba la inestabilidad de su propio sustento hace que los señores se lo aseguren por procedimientos ilícitos, lo que derivará en una situación de inestabilidad social y la aparición de revueltas.
Sin embargo, la sociedad reaccionó con energía y engendró nuevos comportamientos. La burguesía y las organizaciones artesanales fundaron hospitales y asociaciones religiosas de ayuda mutua. La oración individual y, en las capas sociales cultivadas, la lectura de los libros de horas o de obras de devoción, tuvieron enorme difusión. Aquella sociedad inestable era sensible a las nuevas ideas: desde la “devoción moderna” de los Países Bajos al humanismo italiano, todos aquellos movimientos aceleraron un cambio que presagiaba ya la Reforma.
Las estimaciones globales acerca de la población de los reinos hispánicos a fines de la Edad Media, aunque tiene solo un carácter indicativo, nos dicen que los efectivos demográficos totales alcanzados en la segunda mitad del siglo XIII retrocedieron en el XIV, para recuperar, en el XV, las cotas iniciales. La población total, por tanto, se mantuvo prácticamente estacionaria, a través de un proceso de brusca caída, primero, y de avance sostenido después. No obstante, hubo excepciones a esta regla. Si Cataluña, por ejemplo, no se recuperó del bache demográfico del siglo XIV, Valencia fue testigo, a fines de la Edad Media, de un notable impulso demográfico. Por otra parte, la aparición de abundantes despoblados supuso la concentración del total de los habitantes en un menor número de lugares. De hecho, en el siglo XV, los núcleos urbanos experimentaron en la mayor parte de los casos un incremento considerable de sus efectivos demográficos.

La peste negra en Aragón.
La Corona de Aragón ofrece en los siglos XIV y XV, desde el punto de vista demográfico, un comportamiento singular. En Aragón, Valencia y Mallorca la población descendió en el siglo XIV, debido a la incidencia negativa de las epidemias, guerras y crisis agrarias, pero se recuperó en el siglo XV, llegando incluso a superar los efectivos demográficos que había antes de las grandes mortandades. En Cataluña, por el contrario, la regresión demográfica, iniciada en el siglo XIV, se acentuó en la centuria siguiente de tal forma que la población estimada en torno a 1300 se había reducido casi a la mitad a fines del siglo XV. Se ha calculado que el conjunto de la Corona de Aragón tenía en la primera mitad del siglo XIV en torno a un millón de habitantes, de los cuales más de medio millón correspondían a Cataluña, unos 200.000 a Aragón, otros tantos a Valencia y en torno a 50.000 a Mallorca. En las últimas décadas del siglo XV había crecido la población en Aragón (tenía entre 225.000 y 250.000 habitantes), en Valencia (llegaba a 250.000 habitantes) y en Mallorca (55.000 habitantes). Pero los efectivos demográficos de Cataluña habían descendido ostensiblemente, pues no llegaban a los 300.000 habitantes.
Durante el siglo XIV, al igual que sucedió en los restantes países del occidente de Europa, se abatieron sobre los países de la Corona de Aragón diversas catástrofes, que fueron las causantes del bache demográfico. Probablemente la primera de ellas sea la del año 1333, en el que se dieron cita la carestía alimentaria, el hambre y la mortandad. Pero la principal calamidad que afectó a la Corona de Aragón fue la peste negra. Difundida al Occidente europeo a través del Mediterráneo, el primer territorio de la Corona de Aragón donde llegó la epidemia fue la isla de Mallorca, que la sufrió desde el comienzo de la primavera de 1348. En mayo la peste estaba en Barcelona, y en junio, probablemente en Valencia, desde donde se extendería más tarde, al parecer en agosto del mismo año, hacia el reino de Aragón.
Atuendo de un médico de la Peste Negra
Sus efectos no se hicieron esperar. Las pérdidas demográficas fueron cuantiosas, especialmente en las ciudades. En Zaragoza, según la opinión de Zurita, perecían en los días que siguieron a la llegada de la epidemia unas 300 personas diarias. Por otra parte, la peste negra derivó en tierras de la Corona de Aragón en asaltos contra los calls judíos, a quienes se les culpaba como los responsables de estas desgracias sin advertir que también éstos eran víctimas de la peste, lo que contribuyó al aumento de la mortandad entre la minoría hebrea.
A partir de 1348, los brotes pestilentes se redujeron con cierta periocidad. Solo de la segunda mitad del siglo XIV podemos recordar las epidemias de 1362-1363 (llamada de los niños por ser ellos sus principales víctimas), 1371-1381 (afectó a Cataluña), 1384 (se propagó por Aragón), etc. Así mismo en el siglo XV se registraron nuevas oleadas de pestilencia, si bien su incidencia, comparada con la peste negra, fue mínima, y en la mayor parte de los casos, puramente local.
Al repasar las consecuencias demográficas de las mortandades de fines de la Edad Media se impone una conclusión: las ciudades, a la larga, pudieron resarcirse de sus pérdidas, pues se incrementó el proceso migratorio desde el campo hacia los núcleos urbanos[1]. El campo fue, por tanto, el que pagó principalmente la factura de las pestes, puesto que la agricultura menguó por la despoblación del medio rural, paralizándose paralelamente el comercio. Según Juan Eslava Galán, todo un caos en el que sólo los enterradores hicieron “su agosto” (los que vivieron para contarlo, claro[2])

Evolución de la población de Sos
El siglo XIV debió ser de extrema dureza para los habitantes de Sos causada por la hambruna, la pobreza, la peste y las guerras. Aunque no tenemos constancia de los habitantes que tenía la localidad, podemos hacernos idea de la gran mortandad y el descenso poblacional que estas desgracias causaron en Sos a tenor de los privilegios otorgados por la Corona a los habitantes; así, en 1311 el rey señala la exención del pago de la pecha a los pobres de Sos durante un año[3]. En diciembre de 1365 recibió Sos una gracia por la que los habitantes podían cobrar dos sueldos por cada carga de vino que transitara por la villa para invertir lo recaudado en fortificaciones de muros y empalizadas[4]. Poco tiempo después, Pedro IV concede a Sos la exención de los pagos que le hacía en forma de caballerías, además del tributo del monedaje; a la vez que dispuso que pudiesen acudir a poblar Sos gentes de otros reinos, incluso criminales, a excepción de los implicados en herejía o sodomía[5], justificando que tales medidas se debían a los daños que la guerra había causado en los hombres y en los bienes de Sos y por los servicios que le habían prestado en la contienda[6]. Este propósito se reafirmó cuando el 11 de junio de ese mismo año los síndicos de Sos, Guillermo de San Gil y Pascual Despierto, aceptaron en nombre de la villa que si en el plazo de una década la localidad no incrementaba su población en una tercera parte, de tal modo que si hodie sunt centum foci vel habitatores habentes inibi domicilia tunc habeant esse centum quinquaginta, la gracia se tuviese por no otorgada[7].Así mismo, el 21 de marzo de 1374, el rey informó al baile general del reino de que el alcalde de la villa de Sos le había comunicado que la villa no le había pagado su salario, estimado en 600 sueldos, a causa de la gran mortandad habida en la guerra contra Castilla, lo que había provocado que hubiera pocos pobladores, además de las enfermedades y pestes que asolaron la región dejando más muertes. Todas estas disposiciones pone de manifiesto la urgente necesidad que la villa tenía de habitantes, y que a mediados de la década de los setenta del s. XIV Sos no había recuperado la capacidad fiscal y demográfica de la que disponía antes de la guerra[8]
No obstante, en el archivo municipal de Jaca existe un documento de 1358 en el que aparecen censados 212 personas en Sos[9], según un albarán de 172 sueldos y tres dineros entregados a Aznar Allamán, notario y vecino de Jaca, como recaudador de los jurados de Jaca del sueldo de los hombres de Sádaba de los meses de mayo, junio y julio, teniendo que pagar cada persona nueve dineros, miaylla et puyessa[10] Estos datos no son del todo fiables puesto que no aparece en el documento las cláusulas de los contribuyentes: si son fuegos, personas mayores de edad, hombres o mujeres, si este pago era aplicado sólo a los que tuvieran un patrimonio superior a una cantidad similar a la de los monedajes, etc...[11]
En el siglo XV el fogage de 1405 revela una población en Sos de 80 fuegos, de los cuales 14 eran de judíos, no apareciendo aquí los hogares de los infanzones, aunque estos debieron ser escasos. De  nuevo, otra vez en este siglo brotes de peste merman la población de Sos, como la que afectó en el verano de 1441, la del año 1453 o la de 1487, como así se deduce de un documento del 7 de enero de 1488 en el que los jurados de Uncastillo se dirigieron a los adelantados de la aljama judía para solicitar que se ejecutasen bienes de Mose Portiello por haber violado un estatuto que prohibía tanto a los cristianos como a los judíos de Uncastillo acoger a personas que viniesen de lugares donde se muriese de pestilencia, mencionando expresamente a la villa de Sos[12]. Poco después, en abril de 1490, fue en Sos donde se pregonó la prohibición de traer a la villa personas de otras localidades donde hubiera peste[13]. No obstante, a pesar de estos brotes de peste y de las guerras, la población de Sos se vió incrementada porque muchos lugares pequeños se despoblaron y sus habitantes se refugiaron en la villa, y si a esto le añadimos las ventajas fiscales ofrecidas por la monarquía a sus habitantes y a los nuevos moradores, el resultado global es un considerable aumento de su población.
 A inicios de la década de los cincuenta acudieron a Sos diversos profesionales relacionados directamente con la guerra (artesanos en metalurgia, herreros y especialistas en el sector armamentístico), lo que se refleja en un aumento poblacional en esta década. Una vez terminada la guerra, muchos de los recién llegados abandonaron para siempre el lugar, como los herreros, que en muy poco espacio de tiempo llegaron a asentarse hasta siete, y sólamente dos de ellos se quedaron en la villa, o los refugiados de las aldeas y pequeños pueblos cercanos, que una vez pasado el peligro regresaron a sus enclaves, por lo que de nuevo se ve reflejado un descenso de la población en estos años. Según el fogage de 1489 existían en Sos un total de 183 hogares y quince en su aldea de Arbe.(ver cuadro de población de Sos)
A finales del s. XV (1492) de nuevo Sos ve mermada su población; esta vez debido a la expulsión de los judíos, comunidad que fue bastante numerosa en la villa, y muchos de los cuales se refugiaron en Sangüesa, pues en Navarra todavía no se había hecho efectivo el decreto de expulsión.
El fogage de 1495 habla de 124 fuegos en Sos y la referencia de que Arbe se había despoblado. Sin embargo en 1498 de nuevo Sos ve aumentada su población, en parte por el reflujo de judíos conversos, pues al expirar el plazo dado en Navarra en 1498 para convertirse o exiliarse y dado que Navarra estaba rodeada por territorios donde ya se había ordenado la expulsión y ante la negativa de Fernando el Católico a que los hebreos navarros atraviesen sus reinos, la mayoría de ellos optaron por la conversión regresando a Sos., adoptando en su mayoría los apellidos de familias destacadas de la localidad, con lo que las pérdidas demográficas de 1492 se mitigaron en poco tiempo.
A este regreso de la población hebrea hay que sumar los inmigrantes artesanos que venían a cubrir los trabajos dejados por los hebreos que optaron por exiliarse; tal fue el fenómeno migratorio que los magistrados municipales tuvieron que redactar un estatuto a comienzos de 1495 para regularlo[14], estableciendo las condiciones que se debían cumplir para avecindar nuevos residentes. Sólo entre 1492 y 1498 se constata la presencia de cinco nuevos zapateros, cuatro tejedores, cuatro sastres y dos pelliceros, la mayoría de ellos procedentes de Navarra.[15] Este fenómeno inmigratorio fue sin duda estimulado por las autoridades de Sos como respuesta a los problemas demográficos y económicos que había provocado la marcha de muchos hebreos, como así se deduce, por ejemplo, de la ayuda prestada al zapatero García de Aoiz en la compra de algunas casas en el Barrio Nuevo, ya que de los 500 s. que éstas supusieron, los Justicia y Jurados de Sos se han constituydo pagadores por el dito García para ayuda de las ditas casas de cient sueldos[16].
Si a esta inmigración sumamos la presencia de jóvenes aprendices en los hogares de artesanos y los criados y sirvientas asentados en las familias de los sectores más acomodados, obsevamos una progresiva contribución al proceso de recuperación de la población de Sos a principios del s. XVI (718 habitantes en 1509). No obstante, en las disposiciones que se establecieron por parte de la autoridad municipal para los recién llegados, se establecieron los requisitos que debían poseer aquéllos que querían obtener la vecindad. En primer lugar tenían que comprar casas y posesiones según sus posibilidades económicas, para que en caso de que abandonasen la villa en un plazo menor a veinte años, las autoridades pudieran cobrarse con esos bienes el usufructo que los avecindados hubiesen hecho de los términos municipales; además, en un plazo de tres días tras concederse la vecindad debían declarar ante un magistrado el número de ganado que traían y la señal o marca que sus animales tenían, para así evitar el fraude de que se llevaran ganados foráneos a los comunales de Sos. Además los aspirantes a vecinos tenían que hacer frente a las obligaciones fiscales y a las rentas eclesiásticas, comprometiéndose a pagar el diezmo, la primicia y todo aquello que los vecinos solían satisfacer. Finalmente debían declarar que observarían todo lo que se dispusiera para servicio del rey de Aragón y para beneficio de la localidad[17].
Según un estudio de Abellá Samitier, las cartas de inmigración y avecindamiento de Sos en ésta época tuvieron un radio de acción relativamente corto, localizándose en los archivos 86 personas que se establecieron en la villa, constituyendo tan sólo una parte del movimiento total. Así, de estas 86 personas, 44 tuvieron su origen en localidades de las Cinco Villas, siendo particularmente intenso el poder de atracción de la villa de Sos sobre su aledaña aldea de Arbe, de la que procedieron 12 personas; también se documenta la inmigración de seis individuos de cada una de las cercanas poblaciones de Castilliscar y Navardún, tres de Undués de Lerda, seis de Uncastillo, tres de Luesia y uno de cada lugar de Luna y Murillo de Gállego[18]. El siguiente contingente inmigrante procedía de Navarra, habiéndose localizado a 22 individuos registrados en el censo, sobresaliendo seis provinientes de Sangüesa: tres zapateros, dos tejedores y un sastre. De otras regiones aragonesas se han registrado ocho casos, gran parte de los cuales precedía de las localidades de Ansó, Jaca, Fago o Tramascastilla de Tena, y otros lo hicieron desde ciudades importantes como Zaragoza o Huesca. También seis vascos están registrados como inmigrantes, dedicándose la mayoría de ellos a la rama de la construcción, como es el caso de Pascual Atahún, piedrapiquero de Villafranca de Guipúzcoa; igualmente se atestigua la presencia de franceses y del zapatero catalán Pere Vila[19].
Pero a la vez que Sos asistía a este proceso de inmigración, también existía el proceso contrario de la emigración, de la cual los protocolos notariales son menos explícitos que las cartas de avecindamiento, pero gracias a la información que aportan documentos como las particiones de bienes donde se mencionan a herederos que habían marchado de la villa, o a las ventas de inmuebles que éstos realizaban tras mudarse a otra población, se han podido recoger referencias de 56 individuos que emigraron, que sin duda es una muestra de una realidad que seguramente fue mucho más numerosa. Las Cinco Villas fue el destino de algunos de estos emigrantes, como así se constata en la documentación del abandono de Sos de cuatro individuos a Navardún, dos a cada una de las localidades de Urriés, Undués de Lerda y Ruesta, una a Casiliscar, cinco a Ejea, cuatro a Sádaba, tres a Biel, uno a Uncastillo y otro más a Luna. Tras esta emigración de naturaleza claramente comarcal sobresale el predominio de la ciudad de Zaragoza, que acogió a 13 sosienses, lo que demuestra el poder de atracción de la capital política y económica del reino hasta en las zonas que estaban situadas en los confines de éste, prácticamente igual que sucede ahora. También a Navarra emigraron sosienses; se constata el dato de 7 individuos, de los cuales cuatro fueron a parar a Sangüesa (aquí no se contabilizan los judíos expulsados); igualmente la emigración llegó hasta Huesca, donde acudieron cinco sosienses y a otras localidades lejanas como Fuentes de Ebro y Tarazona con un emigrante en cada una de ellas, así como otro emigrante a la ciudad de Valencia y otro a la localidad francesa de Perpiñán[20].
Del s. XVI al XVIII Sos registró un crecimiento progresivo e ininterrumpido de población, al igual que el resto de la población aragonesa, con una tasa superior a la media nacional[21].Ateniéndonos al censo de Floridablanca de 1787, Sos contaba con una población de 2448 habitantes. Ya en el siglo XIX, en 1857, esta cifra ascendía a 4138 moradores. En este intervalo de 70 años encontramos un aumento de población a finales del s. XVIII que se ve truncado desde principios del XIX hasta la mitad del siglo debido al clima bélico que sufrió la comarca durante la guerra de la Independencia, además de una epidemia de tifus y fiebre amarilla que afectó a toda España, y que por supuesto también llegó a Sos en 1795, ocasionando que el número de fallecidos superase al de nacimientos[22].
 En el siglo XIX la población sufrió diversos altibajos coincidiendo, poco más o menos, con diversas coyunturas, íntimamente ligadas al trasfondo histórico y económico de la zona. Si observamos con detenimiento el cuadro expuesto de la evolución poblacional de la comarca de Sos, y ateniéndonos a las diferentes circunstancias políticas, sociales, administrativas, judiciales y comerciales que acaecieron en concretos espacios de tiempo desde principios del s. XIX, podremos entender claramente la relación causa-efecto que tales circunstancias han incidido en el desarrollo de la población sosiense, tanto en sus períodos de crecimiento como en sus etapas de recesión, que lamentablemente son en las dos últimas centurias.
 Así, el intervalo de 1808-1813 fue de gran mortandad, especialmente durante 1808-1809, donde la sola mortandad de adultos consiguió equilibrar la cifra de nacidos en Sos, quedando constancia en algún registro parroquial de fusilamientos de prisioneros en 1808 en esta comarca, además había soldados que no eran registrados por fallecer en el Hospital de Campaña del Monasterio de Valentuñana y que eran enterrados extramuros de la ermita de Santa Lucía.
Asimismo, en 1834, la villa de Sos se vió de nuevo afectada por un brote epidémico, esta vez de cólera, con una cifra de 386 fallecidos en su comarca, sin contar los párvulos, pues en estas fechas los registros parroquiales no incluían su mortandad. El mes de septiembre fue el de mayor mortandad, con 259 fallecidos. No obstante, y excepto los dos casos expuestos en los que el saldo vegetativo fue negativo, la evolución demográfica de éste período es digna de admiración, pues los registros demográficos exiben la fortaleza y vitalidad de un pueblo que a pesar de las circunstancias negativas expuestas entre 1791 y 1850, presentaron un saldo vegetativo positivo entre los bautismos y las defunciones[23].

Medias de bautismos y defunciones en los decenios comprendidos entre 1821-1860

1821-1830
1831-1840
1841-1850
1851-1860
Bautizos
Defunciones
Bautizos
Defunciones
Bautizos
Defunciones
Bautizos
Defunciones
128
42*
133
87
139
46
142
55*






* No están incluídos los fallecimientos de párvulos[24]

El censo de 1857 señala un notable crecimiento poblacional en Sos, alcanzando los 4.138 habitantes, pero su población irá disminuyendo hasta principios del s. XX a un ritmo medio del 0,24% anual. Esta pérdida de población, aunque el saldo vegetativo sigue siendo positivo, es el resultado de una emigración hacia municipios más grandes o capitales de provincia donde ha comenzado la industrialización. Emigración que igualmente se da en otros pueblos de las Cinco Villas y en todo Aragón. J.A.Biescas nos lo explica así: “A medida que se articula el mercado nacional, y los factores productivos tienen mayor movilidad, hay un desplazamiento de los capitales y de la mano de obra hacia aquellas regiones que han comenzado antes la industrialización, y Aragón se encuentra situado entre los dos principales focos en que este proceso sa ha desarrollado antes en España: Cataluña y País Vasco” [25]
Fue precisamente a partir de 1857 cuando la ciudad de Zaragoza incrementó notablemente su población, que si por un lado fijaba en la provincia a gentes que, con toda seguridad, hubieran emigrado fuera de la región, por otro lado , su poder de atracción contribuía negativamente a despoblar los núcleos rurales.
Jordi Nadal, en su conocido El fracaso de la Revolución Industrial en España decía que dicha Revolucióncumplió la función de liberar brazos para la industria. Una pequeña parte de esos brazos contribuyó sin duda al crecimiento de Barcelona o de Vizcaya. El resto, o permaneció subempleado en el sector agrario de origen, o hinchó con exceso los efectivos urbanos, o emigró a otros países”
A este despoblamiento y emigración que sufrió Sos en esta fechas hay que añadir otro factor, pues este período coincide con el proceso desamortizador, concluído en 1876, y el afianzamiento del nuevo orden económico burgués, que azotó tanto las tradicionales relaciones de producción como la estructura de la propiedad agraria. J. Nadal nos cuenta: “… la supresión del régimen señorial perjudicó claramente a los campesinos, quienes pasaron de la condición de siervos con tierra a la de hombres libres privados de ella.”[26]
La desamortización produjo el relevo de oligarquías. Peiró, A. lo constata para Zaragoza, donde ya en las desamortizaciones de Godoy y del Trienio Constitucional cree que…” puede afirmarse el carácter burgués de la mayor parte de los compradores. Y es que, tal como sucedió en las ventas de 1799 a 1809, (…) en realidad, quienes adquirieron fincas rústicas fueron quienes poseían los vales reales que les permitían hacerlo: la burguesía.”[27] Este relevo de oligarquías es el que pone de manifiesto J. Lambán y J. Sarriá al abordar la desamortización de Mendizábal en los años 30: “Abandonaron los carmelitas el convento de Valentuñana y los edificios fueron adquiridos en pública subasta por cuatro familias de Sos que los destinaron a usos agropecuarios.”[28]
En este siglo XIX se roturaron nuevas tierras en Sos y en las Cinco Villas, y se llevaron a cabo tanto de manera legal como ilegal con numerosas irregularidades[29], pero de este tema hablaremos en otra entrada del blog.
Otra epidemia de cólera azotó las Cinco Villas en 1885, pero afortunadamente esta vez, Sos apenas se vio afectada.


                      Con el inicio del siglo XX Sos examinará de nuevo un aumento de población. Hasta 1920 registrará un pequeño crecimiento, aproximadamente un 0,15% anual, debido al mantenimiento de las altas tasas de natalidad y el acusado descenso de las de mortalidad. El movimiento migratorio también se vio frenado, en parte por la llegada de la aparición del arado de vertedera y el bravant, con lo que el crecimiento de las superficies cultivadas se van a ver aceleradas. Además, la puesta en marcha del ferrocarril Sádaba-Gallur abrirá las puertas al comercio exterior, sobre todo con Francia, vía Irún, en el que la exportación de vino debido a la filoxera que sufría el país vecino hará que la superficie de viñedos en la comarca de Sos se vea notablemente ampliada. Igualmente este ferrocarril repercutió favorablemente en el desarrollo de toda la comarca de las Cinco Villas, pues permitía una comercialización de sus excedentes agrarios que hasta entonces se había visto dificultada por el mal estado de las vías de comunicación.[30]
Cumplido el primer cuarto de siglo, la población de Sos comenzó su ralentización, primero la guerra civil y después de nuevo la emigración, hizo que la población comenzara un ligero pero contínuo descenso año tras año. La población joven es el sector de edad llamado a emigrar, con el consiguiente envejecimiento de la población que se resiste a dejar su tierra natal. Estos datos lo corroboran las tasas de nupcialidad, tradicionalmente representadas por el sector joven de la población, y que han protagonizado un marcado descenso.

Tasas de nupcialidad en Sos*






1887
1900
1910
1920
1930

8
7,2
6,3
5
4,5
 *Estas tasas han sido elaboradas a partir de las respectivas medias móviles de 11 años (5-1-5), excepto la Tasa de 1930, que sólo comprende las cifras de 1925-1930[31]

A todos los problemas antes expuestos habría que añadir el aislamiento al que ha estado sometido el pueblo hasta bien entrado el siglo XX en lo referente a las comunicaciones terrestres por carretera, factor que ha influído negativamente en el desarrollo del pueblo.
Otra circunstancia a añadir, ésta de carácter natural y perpetua, es la geográfica y la influencia que ésta ha tenido siempre en el medio rural. Sos carece de condiciones apropiadas para la existencia de regadíos, e incluso en las tierras de labor de secano la mecanización encontrará obstáculos difíciles de lidiar. No obstante, sus habitantes han sabido sortear, no sin dificultades, estos inconvenientes y se han adaptado cuanto han podido a un determinado y hostil modo de vida. El devenir de los años, con su natural evolución, progreso y transformación, harán el resto y marcarán drásticamente la constante recesión poblacional de Sos desde la primera década del siglo XX hasta nuestros días.
    Actualmente la densidad de la población de Sos es de 3,3 habitantes por kilómetro cuadrado; en 2014 contaba con 629 habitantes, y aunque la población no está muy envejecida (su edad media sobrepasa por poco los 49 años), mientras que los mayores de 65 años representan el 29% de la población, la tasa migratoria y el crecimiento vegetativo continúan en cifras negativas.



[1] Valdeón, Julio. La baja Edad Media, en Historia de España, vol. III, Plaza & Janés, Espluges de Llobregat (Barcelona), 1991.
[2] Eslava Galán, J. 50 estampas de la historia de España, p. 101. Círculo de Lectores. Barcelona, 2012.
[3]Piedrafita Pérez, E. Las Cinco Villas en la Edad Media (siglos XI-XIII), p. 207. I.F.C. Zaragoza, 2000.
[4] A.C.A. Cancillería, reg. 912, ff. 44v-45.
[5] A.C.A. Cancillería, reg. 912, ff. 178-179v.
[6] A.C.A. Cancillería, reg. 912, ff. 178-179v.
[7] A.C.A. Cancillería, reg. 912, ff. 180v-181r.
[8] Abellá Samitier, J. Sos en la Baja Edad Media.I.F.C.(C.S.I.C.) Zaragoza. 2012.
[9] A.M.J., caja 24.
[10] López Pérez, C. Mª. Jaca. Documentos municipales (1269-1400). Fuentes Históricas Aragonesas, 22. I.F.C. (C.S.I.C). Zaragoza, 1995, pp.74-75.
[11] Abellá Samitier, J. Sos...cit. p. 44.
[12] A.H.P.S. Martín Ximénez, P. 854, ff.1-1v.
[13] A.H.P.S. Miguel del Sen, P. 450, f. 14.
[14] A.H.P.S. Juan Zareco, p. 437, ff. 1v-3v
[15] Abellá Samitier, J. Sos...cit. p.61.
[16] A.H.P.S. Miguel de Sen, p. 455, ff. 1v-2v.
[17] A.H.P.S., Juan Zareco, p. 437, ff. 1v-3v.,en  Abellá Samitier. Sos...cit. p. 73.
[18] Abellá Samitier, J. Sos... op. cit.p. 74.
[19] Abellá Samitier, J. Sos... op. cit, p. 75
[20] Abellá Samitier, J. Sos...op.cit. pp. 75-76.
[21] Guitart Aparicio, Cristóbal. El paisaje urbano en las poblaciones aragonesas, p. 33.
[22] Doménech Villagrasa, Francisco. “Evolución de la población de las Cinco Villas (1800-1930)”. V Jornadas de estudio sobre Cinco Villas. Historia Contemporánea. Taute, 1989.
[23]Ibidem.
[24]Ibidem.
[25] Biescas, J.A. Introducción a la economía de la región aragonesa. Zaragoza, 1977, p. 18.Alcredo Editor. Zaragoza, 1977.
[26] Nadal i Oller, Jordi. El fracaso de la Revolución Industrial en España, 1814-1913. Ariel. Barcelona, 1975.
[27] Peiró Arroyo, Antonio. Regadío, transformaciones económicas y capitalismo (la tierra en Zaragoza, 1766-1849). Zaragoza, 1988, pp. 191 y ss.
[28] Suessetania, nª 1, pag.9, Ejea, 1983.
[29] Doménech Villagrasa, Francisco. Op. cit.
[30] Ibidem
[31] Ibidem





BIBLIOGRAFIA

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