domingo, 13 de noviembre de 2016

POEMA: FRENTE A MI VENTANA

En el año 1899 la sosiense Eloísa Arceiz Grañena escribió un poema en alabanza de la Santísima Vírgen de Valentuñana, titulado “frente a mi ventana”.




Nuestra Señora de Valentuñana




Frente a mi ventana
POEMA
en alabanza
DE LA SANTISIMA VIRGEN DE VALENTUÑANA
que se venera
EN LA VILLA DE SOS


    
Habita frente á frente
de mi ventana
una vecina que amo
con toda el alma.
Es de estirpe de reyes,
de soberanas;
su hermosura cautiva,
su amor encanta;
es pura, es inocente,
no tiene mancha,
pues quiso Dios hacerla
Inmaculada;
y aunque es como los ángeles
hermosa y cándida,
tiene hijos, muchos hijos
que la idolatran.
¿Que quién es la vecina
tan venerada
que habita frente á frente
de mi ventana?
¿Que quién es esa hermosa  ,
que á mí me encanta,
y por la que estoy loca
de enamorada?
¿Que á quién saludo cuando
despunta el alba,
desde el tosco antepecho
de mi ventana?
Pues la que yo saludo
por la mañana;
la que yo quiero y amo
con toda el alma;
la sencilla vecina,
cuya morada
cae frente por frente
de mi ventana,
es la Virgen María,
que todos llaman
madre, madre de todo
Valentuñana.
*
Por celestial bendición
y en el más dichoso día,
hizo la Virgen María
su asombrosa aparición;
y como el ave que ansiosa
fabrica su humilde nido
en un rincón escondido
de la arboleda frondosa,
así la Virgen María,
con aspecto dulce y noble,
posándose sobre un roble
vino á ser nuestra alegría.
Dando de virtud ejemplo,
humildes y fervorosos,
dos cariñosos esposos
le construyeron un templo;
y la Virgen sin mancilla
que allí desde entonces mora,
siendo del mundo Señora,
es Reina de nuestra Villa.
Hoy, de confín á confín,
al recordar sus favores,
honrando á sus fundadores
Doña Ana y Don Valentín,
el pueblo con fe y sin calma,
á las celestes regiones
eleva sus oraciones
por ellos, con toda el alma;
y por eso con anhelo
postrada ante mi ventana
por Valentín y por Ana
alzo mis preces al cielo.
*
Ellos con fe sacrosanta
á tu memoria erigieron,
agotando sus caudales,
ese magnífico templo,
donde tu preciosa Imagen
custodia con santo celo
y venera cada día
con más afán este pueblo.
A tu benéfica sombra,
por inspiración del cielo,
bajo sus amplias ojivas
fundóse el sacro Convento
de la antigua y venerada
Orden santa del Carmelo,
para que Tú, Madre mía,
Tú, que eres Madre del Verbo,
al visitarnos, pudieras
vislumbrar en nuestros pechos,
no el vago, ceremonioso
y pobre agradecimiento,
sino el placer, la alegría
y la dicha sin ejemplo,
de que se halla poseído
con tu presencia este pueblo
que siempre fiel y constante,
es noble como el primero,
y sabe honrar á sus huéspedes
y más si vienen del cielo.
*
Por eso rendida,
rendida y ufana
yo doy á la Virgen
millones de gracias
cuando muere el día,
cuando nace el alba,
contemplando siempre
desde mi ventana
á mi Madre, á María, á la Virgen
de Valentuñana.
Ella mis afanes
y mis penas calma;
es mi único amparo,
mi defensa santa
en este destierro
ó valle de lágrimas.
Me faltó mi madre,
¡mi madre del alma!,
y encuentro en la Virgen
mi madre, mi hermana
y una consejera
tan buena, tan santa,
que nunca me miente,
que nunca me engaña;
por eso la admiro
desde mi ventana,
y adoro á mi Madre, la Virgen
de Valentuñaha.
Ella es luz, es fuente
que salud emana;
iris que en las nubes
la tormenta calma;
es lirio, azucena
que el prado engalana;
es flor de virtudes
cuyo aroma embriaga;
y como á las flores
adora mi alma,
cuando la contemplo
desde mi ventana,
yo aspiro el aroma de la flor más pura
de Valentuñana.
Ella es claro espejo
que fiel nos retrata,
del límpido cielo
la luz pura y diáfana;
es amor que alienta,
es astro que irradia,
es luna que en noche
transparente y clara,
la luz nos transmite
de otra luz más alta;
es dulce paloma
que tiende sus alas
y con sus arrullos,
nuestros males calma;
y por eso, al verla
desde mi ventana,
saludo á la Madre, á la Virgen
de Valentuñana.
*
Al amanecer la aurora,
cuando los pájaros cantan,
y de los vecinos árboles
hacen retemblar las ramas,
al escuchar sus gorjeos,
les pregunto por qué cantan,
y me responden con trinos,
que sólo comprende el alma,
que al saludar la primera,
la primera luz del alba,
saludan á la Virgen
de Valentuñana,
que es luz y es aurora,
es Señora y Reina,
llena de hermosura
y llena de gracia.
Al abandonar mi lecho,
á la huerta bajo ufana,
arrancando las violetas
que besó indiscreta el aura;
el embriagador aroma
que aquellas flores exhalan,
me parece algún efluvio
que de los cielos dimana;
después de aspirar ansiosa
su aroma con toda el alma,
corro al templo, al pie las dejo
de la Imagen sacrosanta,
y entonces es cuando advierto
que su aroma delicada,
se desvanece y disipa
ante la hermosa fragancia
que exhala la Virgen
de Valentuñana,
que es flor y es aroma,
que es Señora y Reina,
llena de hermosura
y llena de gracia.
*
Ya sabéis, pues, á quién quiere,
ya sabéis, pues, á quién ama,
ya sabéis á qué vecina
veo desde mi ventana,
y á quién saludan los pájaros,
y á quién rezo con el alma,
y á quién envío las flores
que al despuntar la mañana
voy á coger al convento,
contenta, alegre y ufana,
para echarlas á sus pies
y ponerme yo á sus plantas.
No há mucho, con honda pena,
asomada á mi ventana,
vi pasar á muchas madres,
á muchas madres y hermanas,
el pié descalzo y los ojos
humedecidos de lágrimas,
pidiéndote, ¡Madre mía!
cual mediación, la más santa,
por sus queridos hermanos,
por los hijos de su alma,
que abandonando su hogar
en fecha no muy lejana,
atravesaron los mares
para defender su patria.
Yo las he visto llorar,
verter lágrimas amargas,
caer de hinojos á tus pies,
besar tus divinas plantas,
y más tarde, he visto á aquéllos,
accediendo á la demanda
volver al hogar querido,
hallando la dulce calma
con que anhelosos soñaron
en los campos de batalla.
Y vosotros, nobles hijos
de Aragón, tierra preclara,
cuya grandeza no tiene
ni ha tenido semejanza;
vosotros, hijos de Sos,
que lleváis en vuestras almas
la fe de nuestros mayores
sin máculas y sin manchas,
no olvidéis nunca á la Virgen
que vuestra gloria abrillanta,
y humildemente postraos
ante sus divinas plantas.
*
Y vosotras, dignas Hijas
de alaría, procurad
una á una sus virtudes
y su conducta imitar,
siendo vivientes modelos
de pureza y humildad,
para que así dignamente
podáis su nombre ostentar;
y en premio á tantas virtudes,
con su inefable bondad,
Ella las puertas os abra
de la mansión celestial.
Y yo ¿qué he de decirte ¡Madre mía!
en mi último cantar?
No tengo aquí en el mundo un ser querido
que, con ardiente afán,
acalle de los mares de la vida
la horrible tempestad.
¡Oh, Madre! por el mundo triste y sola
siempre he de navegar;
escucha, pues, mi súplica, mi ruego,
¡oh, Madre celestial!
Escucha las canciones, que yo lanzo
entre el cielo y el mar,
y protege á esta pobre navegante
que teme zozobrar,
si Tú no la conduces hasta el puerto
de la inmortalidad.

FIN[1]




[1] Frente a mi ventana. Eloisa Arceiz Grañena.Imprenta de R. Miedes. Zaragoza, 1899.

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