domingo, 13 de noviembre de 2016

EL BARRIO JUDIO

El asentamiento judío más antiguo del Aragón cristiano en la zona de las Cinco Villas, según los testimonios arqueológicos, es el de Ruesta, que junto con Jaca y Uncastillo datan del reinado de Sancho Ramírez (s.XI). Rápidamente el pueblo judío se va asentando en poblaciones cercanas beneficiándose de los derechos ofrecidos en las cartas de población, por lo que ya en el siglo XI la presencia judía en Sos es un hecho, aumentando progresivamente su población y constituyéndose en aljama en 1294, es decir, que fueron consideradas por el poder central como entidades jurídicas propias y plenas, con capacidad para pagar sus impuestos de forma independiente. Unos años después, consolidada ya la comunidad hebrea en Sos y dada su relevancia cuantitativa, el rey Jaime II remitió en el año 1301 un escrito al alcalde de Sos para que permitiese a los judíos aislar la judería, y que así dispusieran de un espacio físico propio, separado del resto de la población.
El barrio judío de Sos está asentado tras el Palacio de Sada, en lo que se llama Barrio Nuevo a partir de 1492 (nombre que adoptó en muchas poblaciones el barrio ocupado por los hebreos)
Las casas de los judíos no se diferenciaron mucho del resto de caserío de Sos, ya que no hubo una arquitectura distintiva. 
Casa edificada sobre la roca de la montaña
A excepción de las clases acomodadas, se disponía de poco espacio habitable, que dependía de la carestía del catastro y de la existencia del suelo urbanizable que se veía obligada por las características orográficas del terreno, por lo que la fisonomía resultante de sus calles son un entramado laberíntico e introvertido, con calles estrechas, típico de una concepción espacial judeoislámica. Por este motivo los barrios judíos suelen estar formados generalmente por una calle principal que permite, a duras penas, la circulación rodada, y de la que surgen un entramado de pequeñas y estrechas callejuelas o callejones con o sin salida (callejón de Salsipuedes), por las que se accede a las viviendas. En la calle principal solían encontrarse los edificios públicos de interés para la comunidad, como la sinagoga, el horno, el hospital... siendo Sos un claro ejemplo de judería medieval.
Calle principal del barrio judío
Efectivamente, por los inventarios que se elaboraron con motivo de la expulsión de los judíos, se componía de una sola arteria o “carrera pública” (que en la actualidad reciben los nombres de Plaza de la Sartén, calle Mentidero, La Luna, Coliseo,... en sus distintos tramos) con un parque inmobiliario de al menos 30 viviendas, incluyendo la sinagoga, que poseía un corral anejo, el hospital y el horno de cocer pan. Todos los edificios serían decomisados por la Corona para el pago de las rentas reales y censales. Actualmente quedan en el barrio unas 30 casas que se mantienen prácticamente intactas, ubicadas en las calles anteriormente citadas.




Callejón de Salsipuedes
Plaza de la Sartén, en el centro del barrio judío.


                En cuanto a las viviendas de los judíos, el medio físico condicionó los materiales de construcción, la distribución espacial y las estructuras. Se empleó el yeso para el revoque de paredes, suelos, techos y escaleras; y también, como argamasa, en sustitución del barro y el lodo. La madera se usó en puertas y ventanas, en los cubrimientos y en la viguería de techos sustentados por pilares. El cañizo en retícula se utilizó como cubierta o cielo raso; y las tejas se emplearon en los tejados a doble vertiente. La arcilla, en sus variantes de adobe y de rejola o ladrillo cocido, fue usada masivamente en los elementos estructurales (pilares y medianiles). Y siempre que los medios económicos lo permitieran, la piedra (sillar o sillarejo) se reservó para las fachadas, cantoneras y partes ornamentales y nobles.
       La disposición interna quedó determinada por la funcionalidad que se le quisiera dar a estos microespacios residenciales y profesionales. Cuando la casa era habitada por un comerciante, tendero o artesano, se habilitaban las dependencias de la planta calle como taller.
        La casa se articulaba en dos alturas y un sótano, amén de un corral o huerto posterior. El sótano o cillero se destinaba al almacenaje de materias primas y víveres como vino y aceite. Situado en el subterráneo, su planta cuadrangular reproducía el plano del piso superior. La planta baja o calle, a la que se accedía desde el portal principal, solía destinarse a almacén de grano, utillajes varios, zaguanes o trastero.
        El piso superior podía construirse en saledizo, lo que obligaba a colocar pilares de madera para crear una estructura porticada. Esta planta estaba presidida por la cocina-comedor, con el suelo enlucido y el techo con un entramado de madera, articulada en torno al hogar, circundado por una cadiera o banco corrido. Las habitaciones o cambras se destinaban a dormitorios, con paredes de adobe y una capa de yeso pulido. Solían disponer de espacios reducidos colindantes llamados “retretas”.
"El sueño de Virila". Entrada principal de lo que fuera la sinagoga.
La vida de la comunidad judía giraba en torno a la sinagoga, no sólo templo, sino también escuela en la que se enseñaban los preceptos talmúdicos, y en el que la máxima autoridad la desempeñaba un rabino mayor, y donde la comunidad rabínica no sólo explicaba sino también interpretaba la Ley. En el nº 8 de la calle Mentidero, en el corazón del barrio judío, parece ser que se ubicaba la sinagoga, un edificio restaurado, reformado y destinado actualmente a vivienda de turismo rural denominado “el sueño de Virila”. En su fachada podemos observar dos puertas: una, la principal y más grande era la destinada a la entrada de los hombres, y otra más pequeña que es por donde entraban las mujeres.
El agua, en la costumbre judía presenta una peculiar trilogía que atiende a la purificación (miqwe, mikwe), la higiene (baños públicos) y el consumo (pozos y fuentes) Si tenemos la oportunidad de entrar en el edificio podremos observar los restos de un lagar que se supone derivan de unos antiguos baños judíos y el pozo de agua, o aljibe, situado en el hall de entrada.
Interior del "sueño de Virila". A la derecha los restos del lagar que supuestamente fueron antaño los baños judíos
                 Aunque el inmueble está totalmente restaurado, el propietario quiso conservar y reutilizar todo lo posible de su antigua estructura y edificación, realizando una exquisita “fusión” decorativa entre lo antiguo y lo moderno, transportándonos por unos instantes a lo que en su día fue el lugar de oración y reunión de los judíos de Sos, como por ejemplo un artesonado del siglo XVI en su primera planta, u otros elementos de carpintería interior tales como dinteles, puertas, etc…, o elementos de forja, como tiradores, manillas, pasadores ,fallebas, etc…, o elementos textiles decorativos como alfombras o antiguos kilims orientales expuestos en dependencias comunes de la casa e incluso en algunas habitaciones. La fusión de lo antiguo con el mobiliario moderno responde a una exquisita decoración llevada a cabo por diseñadores tan prestigiosos como Philippe Starck, Bertoia, Miës Van der Rohe, Castiglione, Morrison, Herbs o Eileen Gray, entre otros. 
     El nombre de la vivienda (El sueño de Virila) viene dado por una leyenda medieval cuyo protagonista es San Virila, abad que fue del monasterio de Leyre.
Señal indicadora de la fuente de San Virila en Leyre.
Fuente de San Virila
Cuenta la leyenda que Virila, una mañana de primavera salió a pasear por los montes de los alrededores del monasterio y se internó en el bosque mientras iba meditando sobre cómo el alma no iba a cansarse y aburrirse en la eternidad de una gloria sin fin.
           Llegando a una fuente se sentó y, mientras continuaba con sus meditaciones sobre la eternidad, el dulce y armonioso trino de un ruiseñor le adormeció, entrando en un profundo sueño. Al despertar observó que la naturaleza, a su alrededor, había cobrado nueva vida, y decidió regresar al monasterio, resultándole muy difícil encontrar el camino de retorno. Al fin, a lo lejos divisó el cenobio pero se dió cuenta de que era más grande, con una iglesia mayor y nuevas dependencias que no estaban esta mañana. Al llegar a la entrada del monasterio se encontró con que los frailes vestían de forma y color diferente y que éstos no lo reconocían, así como tampoco él reconocía a ninguno de ellos. Ante la alarma que se genera en la comunidad sobre su identificación, uno de los hermanos de congregación cree recordar haber leído algo sobre un tal Virila en los escritos del monasterio. Mirando en los archivos descubren que efectivamente Virila fue abad del monasterio, “perdido en el bosque”,...¡ pero hace trescientos años!


          
 Como consecuencia del milagroso retorno la Comunidad se reúne para cantar un Te Deum en acción de gracias. En la celebración del santo oficio la bóveda de la iglesia se abrió y se oyó la voz de Dios que, en respuesta a la pregunta que continuamente se hacía Virila sobre la eternidad, dijo:"Virila, has estado trescientos años oyendo el canto de un ruiseñor y te ha parecido un instante. Los goces de la eternidad son mucho más perfectos". Virila comprendió rápidamente cómo podía ser la vida eterna al darse cuenta de la prueba a la que Dios le había sometido.
Talla del Abad Virila, en el monasterio de Leyre
Seguidamente un ruiseñor entró en la iglesia portando un anillo abaical en su pico y lo colocó en el dedo de Virila, quien volvió a ocupar el cargo de abad hasta que Dios lo llamó para comprobar finalmente la gloria de la eternidad.
Virila nació en Tiermas en el año 870 y fue abad del monasterio de Leire, estando perfectamente documentada su existencia como Abad del Monasterio de Leyre a finales del siglo IX en el Libro gótico de San Juan de la Peña (fol. 71v.)[1]

Una de las características más singulares de las moradas de los judíos es la mezuzah (del hebreo, “jamba de la puerta”), mediante la cual se diferencian sus casas de las de los vecinos, como ocurriese en Egipto, al saltear Dios las moradas de los hebreos y evitarles la muerte de sus primogénitos, diferenciándolas de las demás por medio de marcas de sangre en las jambas de las puertas (Éxodo 12: 12-13)
     
Mezuzah
     La mezuzah recuerda al judío, al entrar y salir de un sitio, de la existencia de un único Dios y de que El cuidará su salida y su retorno de la casa ahora y por siempre. Hay quienes acostumbran a besar la mezuzah al salir y regresar a sus casas.(Viene a ser una similitud a la costumbre cristiana de santiguarse al salir de casa)
El receptáculo de la mezuzah se fija en la base del tercio superior de la jamba derecha del pórtico principal de la casa, en posición inclinada, como compromiso entre las posturas encontradas de Rashi, según quien la mezuzah debería colocarse en posición vertical, y la de Rabenu Tam, que sostenía que debía posicionarse horizontalmente. También se colocan mezuzot (plural) en las puertas que conduzcan a otras dependencias de la casa cuyas dimensiones sean de por lo menos 4 cúbitos cuadrados (1 cúbito= 48 centímetros aproximadamente) excepto en el cuarto de baño y cocina.
Antes de fijar la mezuzah debe recitarse la siguiente plegaria: “Barúj atá Adonai mélej haolám asher kidshanu bemitzvotav vetzivanu Lisboa Mezuzá” (Bendito eres Tú, Señor nuestro Dios, Rey del Universo, que nos has santificado con tus mandamientos y nos has ordenado la colocación de la mezuzah)
El “klaf” (pergamino) con el que está hecha la mezuzah, es una fina hoja de cuero labrado de animal “kasher” (puro) Los animales puros deben rumiar su alimento y tener las pezuñas partidas o hendidas y deben ser degollados de acuerdo al ritual de la “halaja”, llamado “shejita”. El texto debe ser manuscrito por un escriba (sofer) habilitado a tal efecto. Enrollado el pergamino se coloca en un “nartik”, (estuche) de madera, cristal, metal, o cualquier otro material digno y honroso, y que sirva para preservar la integridad material del rollo. En el estuche se suele dejar una pequeña abertura, lo suficiente para distinguir la palabra “shaday”. Las mezuzot deben examinarse por lo menos dos veces cada siete años, aunque se recomienda hacerlas revisar con mayor frecuencia por un escriba debidamente habilitado a tal efecto.
El Talmud nos cuenta que Onquelos, hijo de Calónimos, personalidad sobresaliente del antiguo imperio romano, al convertirse al judaísmo despertó las iras del César. Este envió un grupo de soldados en su busca para persuadirle de que cambiara de parecer. Sin embargo Onquelos consiguió convencer a los soldados para que ellos mismos se conviertan. Ante esto, el César envió otra partida de soldados advirtiéndoles que no debían hablar con Onquelos. Los enviados capturaron a Onquelos y se disponían a llevarlo ante el César cuando, al dejar la casa, Onquelos colocó su mano sobre la mezuzah y sonrió. Cuando los soldados le preguntaron por qué hizo eso, respondió: “Cuando un rey de carne y hueso se encuentra dentro de su palacio, es costumbre que sus servidores lo protejan desde fuera del edificio. Nuestro Rey, el Rey del Universo, permite que sus servidores permanezcan dentro, y es Él quien los protege”. Al oír estas palabras los soldados también se convirtieron.
Otra historia del Talmud narra lo acontecido por Rabí Yehuda Hanasí (“el príncipe”). Artabán, el rey Partio, le envió de regalo una perla extraordinaria. Rabí Yehuda le correspondió con otro regalo: una mezuzah. Colérico por lo que le pareció una burla, el Rey reprochó tal acción a Rabí Yehuda de la siguiente manera: “Me has insultado, yo te envié un regalo incalculable y tú me respondes con una bagatela carente de todo valor”. Rabí Yehuda replicó rápidamente: “El presente que tú me has dado es tan valioso que deberá ser protegido, en tanto que el regalo que yo te he dado te protegerá a ti hasta cuando duermas”
Como dice el Rey David en sus Salmos: “Dios os protegerá al salir del hogar, y al volver a él, ahora y siempre”. No sòlo cuando uno se encuentra en su casa, sino cuando está lejos de ella, Dios lo protege en razón de la mezuzah colocada en la jamba de su puerta.
En el barrio judío de Sos podemos encontrar más mezuzot en la Plaza de la Sartén, la zona más céntrica del barrio, llamada así por el parecido que tiene con el mencionado utensilio culinario, o en el nº 1 de la calle Coliseo, junto a la Casa del Infanzón.
Hueco para la mezuzah. Calle Coliseo, nº 1
Morada de un judío converso. Calle Mentidero nº 3


   
        En 1492 los Reyes Católicos expulsan a los judíos de España. Hay judíos que se convirtieron al cristianismo y como señal de ello graban encima del hueco de la mezuzah una cruz para indicar que los moradores de esa casa son conversos, como ocurre en el nº 3 de la calle Mentidero.
               Haciendo un breve recorrido por el barrio judío de Sos podremos observar cómo eran las casas de la aljama, a la vez que nos sentiremos transportados, por unos momentos, a la Edad Media, comprobando y sintiendo cómo era el espacio en el que vivieron nuestros antepasados hebreos de la villa y cómo vivieron y se desenvolvieron en él.





BIBLIOGRAFIA:

-Baer, Yitzhak. Historia de los judíos en la Corona de Aragón (siglos XIII-XV), Temas de historia aragonesa, 3. D.G.A., Zaragoza, 1985.
-Motis Dolader, Miguel Angel. La sociedad judía aragonesa en la Edad Media. Historia de Aragón II: Economía y sociedad. I.F.C., 1996.
-Motis Dolader, Miguel Angel. Guía del Aragón Judío. D.G.A. 1991.
-Mezuzah. Wikipedia
-Ruiz de Oyaga, Julio. San Virila, Abad de Leyre. Rev. Príncipe de Viana, nº 60, año 16. Pamplona, 1955.




[1] Ruiz de Oyaga, Julio. San Virila, Abad de Leyre. Revista Príncipe de Viana, nº 60, año 16, pp. 307-319. Pamplona, 1955.

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