domingo, 21 de diciembre de 2014

MONASTERIO DE VALENTUÑANA

Monasterio de Valentuñana (Sos del Rey Católico)


Ubicación

Fuera del recinto amurallado, a los pies de Sos y hacia el valle del Onsella se encuentra el monasterio de Valentuñana, visible, a lo lejos, desde diversos puntos de la Villa. Para acceder a él con coche, tenemos que tomar la carretera NA-127 que conduce a Sangüesa y, nada más bajar la colina sobre la que se asienta Sos, tomamos la carretera A-1601 a nuestra derecha que nos conduce hacia Navardún. A un kilómetro escaso encontramos un desvío a nuestra derecha que nos llevará hasta el convento.

Historia
                     Cuenta la tradición, que a mediados del siglo XIII se apareció la Vírgen en estos parajes y en su memoria se construye una ermita, existiendo datos históricos de la misma desde 1254 y a la que posiblemente ya acudían en romería los habitantes de la Valdonsella. 
Carta de venta a la iglesia de Sos del derecho a molienda del molino de Valentuñana

Se sabe que en 1265 ya poseía molino, pues en un documento de 17 de abril de ese año, “Dn Ferrer de Navardún, Dn. Domingo Sancho Navardún, Dn. García Bravo y Juan de Navardún, venden a la iglesia de Sos su derecho a molienda en la rueda de Santa María de Balantunyana”[1], molino que en otro documento anterior, de junio de 1198 aparece como fecha de finalización de su construcción.
 En un principio el monasterio se llamó de Entrambasaguas, por hallarse en la confluencia de dos pequeños arroyos, situados al pie de Sos del Rey Católico, que allí se reúnen y van a verter sus aguas al río Onsella. Hay quien sostiene que el nombre de Valentuñana deriva de la fusión de los nombres de Valentín y Ana, propietarios de las tierras donde se apareció la Vírgen, dando así nombre a la misma.
Los sosienses desean ampliar esta primitiva ermita y en el año 1543 el Vicario General de la Diócesis de Pamplona autoriza la ampliación de la misma, encargándose de su tasación los canteros locales Juan Pérez, apodado”el Mayor”, y su hijo Juan Pérez “el Menor”, junto a otro cantero local, Dn. Jerónimo Bedor, quienes estuvieron trabajando en la obra entre 1544 y 1547.
En agosto de 1554 fue concedida “la obra de fusta blanca” a Martín de Izal para “fazer la cubierta de dicha yglesia a modo de chambrelado en la obra nueba que se haze”, precisando que “se han de labrar todos los puentes de todas partes con sus bordones su copada en medio con sus filetes y los quayrones de planio a planio o lo que la tabla bastare muy bien en [t?]acabada y enlistonada a modo de chambrelado”; sobre este armazón se colocaría la teja, proporcionada por los eclesiásticos del monasterio, al igual que las “fustas enteras, quayrones y tablas y clavazon”; el plazo de realización se fijó en dos meses, siguientes a la firma del contrato, y el pago –mediante subasta- debía de hacerse en dos tandas, a principio y fin de la obra.[2]
En 1557 se establece nuevo compromiso de obras con tres canteros: Jerónimo de Belanza, Juan Pérez menor y Martín de Chinchurreta, vecinos de Sos, que comenzarían por “derrocar la parte de la dicha yglesia que esta hazia el guerto de Miguel de Barayz con la cantonada la vieja y los dos arcos viejos que estan en dicha yglesia y descubrir la dicha yglesia”, a lo que seguiría el hacer “un arco de piedra conforme a los otros arcos que estan fechos en dicha yglesia nuebos, de la mesma manera, altaria y ancharia que estan los otros arcos nuebos de dicha yglesia, con su respaldo hazia el dicho guerto conforme a los otros respaldos que estan en dicha yglesia hazia el dicho guerto, el cual dicho arco hayan de hazer de la piedra que ay en los dos arcos que han de derrocar, y mas que dichos maestros hayan de subir las paredes conforme a la otra yglesia y cerrar aquella de suerte que pueda salir el agua”.
Se les facilitó material de aprovechamiento y se puso precio en 33 ducados de oro a cobrar en dos tandas: la primera una vez hecho el derribo previo “y comiencen de asentar de nuebo”, y la segunda 20 días después de acabada la obra, que debía de ser para el de “señor San Lucas del anyo presente”[3]
Todas estas construcciones serán sustituidas por la nueva fábrica del monasterio en el siglo XVII. Efectivamente, en 1672, doña Antonia Felipa Guerrero y Alava, natural de Sos, y devota de la Virgen de Valentuñana, ordena en su testamento la construcción de un convento y una iglesia en el lugar, donando para ello 7000 libras jaquesas y con fecha de 3 de septiembre de 1677 don Pedro Roig, obispo de Pamplona, concede licencia para fundar el convento. Dos días después los carmelitas toman posesión de la ermita y sus dependencias, y queda fundado el convento, aunque las obras continuarán hasta 1732.

Las obras se capitularon el 10 de enero de 1690, apareciendo como firmantes los Carmelitas Descalzos y dos maestros canteros de Sos: Juan Balda y Esteban Cuella. A estos canteros se les encargó que la obra tenía que ser realizada de una sola vez, con gran rigurosidad- según las reglas imperantes de la arquitectura- y con buenos materiales; por ejemplo, la cal debía ser amasada por primera vez para dicho monumento.
Los trabajos se iniciaron un mes después de la firma capitular, y en el año 1718 se inaugura el edificio actual.
En marzo de 1723 el maestro escultor oscense Tomás Vicién, se hallaba residiendo y trabajando en el convento[4]junto al también escultor Francisco Menac, sin duda estos artífices debían estar realizando el ornato interior de la nueva iglesia de los carmelitas. El sagrario del retablo mayor con su adorno interior y la urna y trono de Nuestra Señora los hicieron más tarde que el resto de la obra, pues en un documento del A.H.N.M. en el que se mencionan los trabajos que se realizaron entre 1727 y 1730, hacen alusión a las obras de estas partes del retablo mayor, entre otros trabajos.[5]
Terminada la obra escultórica de la iglesia, años después se procedería a formalizar el pertinente contrato con el maestro pintor José Lacruz, vecino de Jaca, para que este ejecutase las labores de dorado. Esto sucedía el 14 de mayo de 1731, pero este pintado de la obra iba a suponer una seria y agitada confrontación entre la comunidad de los Carmelitas y el mencionado dorador.( ver litigio )
 Durante la guerra de la Independencia, en 1808, las tropas francesas están en las murallas de Sos y los carmelitas tuvieron que desalojar su hogar, y aunque los frailes regresaron unos meses más tarde, tuvieron que compartir el convento y sus instalaciones con los franceses, entre vejaciones, insultos y amenazas. Poco más tarde, cuando José Bonaparte, como rey de España, decretó la total supresión del estado religioso de varones, volvieron a desalojar el convento, pero esta vez fue peor, porque fue maltratado en su fábrica, despojado de sus muebles y objetos de culto por las tropas invasoras.
De nuevo en el año 1813 los frailes regresaron y tuvieron que compartir el lugar, esta vez con los voluntarios de Espoz y Mina, que instalaron en sus dependencias un hospital de sangre. En el año 1835, con la desamortización de Mendizábal y la supresión de las congregaciones religiosas, Valentuñana queda totalmente desierto y los Carmelitas Descalzos abandonaron definitivamente el convento, puestos en pública subasta tanto el edificio como sus pertenencias.
El 16 de julio de1839 llega una R.O. por la que S.M. aprueba la reclamación del Capitán General de Aragón para que se ceda al Gobernador de las Cinco Villas el ladrillo y teja del llamado convento de Valentuñana, y así proceder a la conclusión de las reformas del castillo de Sádaba. Dos meses más tarde, el 26 de septiembre, se piden informes desde Madrid sobre la demolición de los conventos extramuros de Sos y Sádaba, que tenía solicitados el Capitán General de Aragón. La Junta dispone que informen urgentemente el administrador y el Juez de Primera Instancia de la zona. Con fecha 4/12/1839 se hace saber al subalterno y al Gobernador Militar de Sos que el Duque de la Victoria ha mandado suspender todas las fortificaciones y que por lo tanto no hay que demoler los conventos extramuros de Sos y Sádaba, sino cuidar de su conservación.
El 27 de enero de 1840 llega el informe del subalterno y del Juez de las Cinco Villas sobre la demolición, en la que los Ayuntamientos se habrían visto implicados, porque se acuerda dirigirse a ellos para que oyendo a los Síndicos Procuradores, manifiesten su opinión sobre los hechos. El informe del Ayuntamiento llegó el 11 de marzo de 1840 y una vez unido a los del subalterno y del Juez, se envió a la Superior para que dictaminase, sin que se tenga noticia alguna de que ésta llegase a ninguna resolución.
Independientemente del derribo o demolición de los conventos, la Junta tenía la obligación de velar por el cuidado de los mismos a su cargo. Todos los bienes tenían que ser debidamente inventariados y, si no se cumplía con exactitud, exigiría responsabilidades a los subalternos y administradores.
Para hacernos una idea sobre la situación en la que se hallaba el convento de Valentuñana tras su supresión y siendo las Cinco Villas la zona donde mayor número de incidencias en lo que a conservación de edificios se refiere, nos hacemos eco de alguna noticia que nos ayudará a enriquecer la panorámica general que venimos reflejando.
El 23 de septiembre de 1839, el subalterno de Ejea informa sobre los desórdenes cometidos en los Carmelitas, de donde se han extraído materiales y se comunica al alcalde que cele por la conservación del edificio. Estos hechos no habrían de quedar sin impunidad, porque el 6/10/1840, el subalterno da parte del robo de varios efectos de los Carmelitas, sobre cuyo suceso se ha formado causa y con esta fecha la Junta dispone que el subalterno esté a la vista para remitir testimonio cuando se halle en estado de hacerlo y “que custodiando las llaves del edificio, cuide de él bajo su responsabilidad, sin dar lugar a que se cometan excesos que ha debido precaver, manifestando a esta Junta los medios de remediarlos con tiempo.”
                         En un caso parecido, y curioso, de formación de causa por destrucciones se vio envuelto el Ayuntamiento de Sádaba. Con fecha 23-7-39 el Ayuntamiento pide a la Junta que se retire al Juez de Primera Instancia de Sos y a su escribano de la Comisión que se ocupa de la destrucción del suprimido convento de Carmelitas ya que, por hacer algunas pesquisas sobre los hechos, le han pasado 500r. de dietas y la Corporación no puede afrontar esos gastos. El 3 de agosto vuelve a solicitar el Ayuntamiento que cese el juez en su comisión, por causar perjuicio al pueblo y, efectivamente, lo consigue porque en ese mismo día se tienen noticias de que el juez ha enviado su expediente a Amortización para que la subdelegación de ventas lo continúe (6)
Con posterioridad, mediante un decreto de 15/12/40 el Gobierno concedió un plazo a Ayuntamientos y otros organismos para que solicitaran la entrega de locales de conventos con miras a destinarlos a fines de utilidad pública. A lo largo de 1841, la Diputación Provincial fue emitiendo una serie de dictámenes (normalmente favorables y que remitía a la Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda) a las peticiones de los Ayuntamientos de manera que una buena porción de edificios serían cedidos por la Dirección General de Rentas a las entidades locales. En el legajo IX-570 del A.D.P.Z. se encuentran las referencias de algunas de estas resoluciones, concretamente una relativa al convento de Valentuñana:
SOS (22-2-41).- Se suspende momentáneamente el dictamen favorable sobre el convento extramuros de los Carmelitas descalzos que se quiere dedicar a hospital. El edificio no ha tenido licitador hasta la fecha en las subastas de venta y la necesidad de hospital venía dada porque la villa había sido privada del que tenía “en la Guerra de la Independencia, mediando la circunstancia de haber sido destinado a hospital militar en esta guerra y también como cuartel para el paso de tropas”.[7]
Con posterioridad, el convento y sus pertenencias fue adquirido por cuatro familias de Sos que lo destinaron a usos agropecuarios, hasta que el obispo de Jaca, don Ramón Fernández Lafita, recuperó en el año 1883 la propiedad del conjunto. En 1902, el nuevo obispo jacetano, Francisco Valdés y Noriega, agustino, se encargó de que fuera esta Orden religiosa quien se hiciera cargo del convento. Así, los agustinos recoletos de la provincia de Filipinas toman posesión del monasterio el 13 de octubre de 1902, adquiriéndolo en propiedad el año 1905, retomando la antigua labor de los Carmelitas hasta nuestros días.
En 1906, el 3 de enero, el convento es traspasado a la Provincia de Ntra. Sra. de la Candelaria de Colombia, estableciendo en él un seminario y formándose los primeros 19 religiosos que parten a Estados Unidos y Colombia en 1914. La triple función de colegio apostólico, noviciado y teologado desempeñada entre los años 1906 y 1920 (en esta fecha el colegio apostólico fue trasladado al pueblo navarro de Artieda) requirió la ampliación del convento, añadiendo una tercera planta en la parte este y norte del antiguo edificio.
 Desde 1904 más de 500 misioneros agustinos han salido de Valentuñana con destino a otros ministerios de Centroamérica. Algunos se quedaron allí, pero de los que vuelven a España muchos de ellos regresan, aunque solo sea de visita, a su convento de Sos y dejan aquí como “souvenir” alguna pieza curiosa recogida en su misión.
Con motivo de las actividades misioneras de los padres agustinos en América, y fruto de estos curiosos recuerdos que traen, existe un museo etnográfico y naturalista de gran belleza y valor en el recinto. Este pequeño museo está ubicado en lo que en su estructura original formaba parte del patio interior del convento.
Patio interior del convento.
Posteriormente se cubrió con un tejado, dejando al descubierto el pozo central en torno al cual quedó una galería cuyo techo y paredes, además de algunas dependencias contiguas, se ha convertido en el actual “museo” ( armas de los conquistadores españoles y de los indios actuales, caimanes y armadillos disecados, pieles de boas de más de seis metros, hamacas, estatuillas y cerámica precolombina, trabajos de los indígenas sobre madera, tejido o piel de caballo, una colección de maderas procedentes de las selvas tropicales de Colombia, Brasil y Filipinas, bastones de mando, esqueletos de pez sierra, etc…) En cajas de madera colgadas en la pared existe una colección de mariposas recogidas hace 60 años por un religioso del convento donde muchas de las especies ya están extintas.


Parte de la colección de mariposas

Trabajos textiles de los indígenas

Sala de las tarjetas postales de Vírgenes
 
Detalle de la colección de Vírgenes


                                                                         También merece la pena ver la extensísima colección de tarjetas postales con imágenes, todas ellas, de Vírgenes de diferentes pueblos, municipios y países. En definitiva, todo un museo arqueológico y etnográfico de los más curioso. También existía una colección de monedas suramericanas de oro y plata que fue robada, junto con un cáliz de oro, en 1936.

                          El 18 de mayo de 1964 fue coronada canónicamente la imagen de la Vírgen de Valentuñana.
                          En 1971 el convento contaba con 70 seminaristas aspirantes a agustinos recoletos.
En el año 2002 se celebró el Primer Centenario de la venida de los Padres Agustinos Recoletos a Valentuñana.

                    Arte

Arquitectónicamente, el conjunto es un edificio en piedra de mampostería y sillería con dos partes claramente diferenciadas vistas desde el exterior: la iglesia y el convento.
Fachada de la iglesia del convento
La iglesia, construída en piedra sillar, presenta una gran severidad y un ritmo constructivo vertical, en contraposición a la horizontabilidad del ala conventual. La fachada de la iglesia aparece estructurada en tres cuerpos que se corresponden con el interior de la misma. El central sirve de acceso a través de un atrio, levantado en el muro occidental, formado por tres arcos de medio punto sobre pilares con imposta. Sobre los arcos, una hornacina enmarcada por pilastras y frontón triangular con la imagen de la Vírgen del Carmen y a ambos lados, escudos de la Orden del Carmelo adornados con florones. Los dos cuerpos laterales, separados del central por unas pilastras, son de menor altura, y en su parte superior se abren sendas ventanas adinteladas, culminadas por un remate que se continúa con el cuerpo principal. Corona el conjunto una ventana adintelada que da paso al gran frontón triangular que actúa como remate del cuerpo central, enmarcado por pináculos con un óculo decorado con tracería gótica en el centro, quedando toda la composición inscrita entre dos pilastras de orden dórico.
La planta de la iglesia es de cruz, con bóveda de cañón con lunetos. La cúpula del crucero se asienta sobre arcos y sus pechinas están decoradas con los cuatro evangelistas. A lo largo de la nave principal y en cada uno de sus lados, se abren tres capillas en arco de medio punto, entre los contrafuertes, con pequeñas cúpulas sobre pechinas.
Cúpula del crucero.

Todo el espacio fue decorado a base de resaltar pictóricamente los elementos estructurales de que se compone: las pilastras acanaladas, los arquitrabes, las enjutas de los arcos, las nervaduras de las bóvedas, los florones, etc…
Destacan los nueve retablos barrocos de la iglesia. De izquierda a derecha, y comenzando por el muro del Evangelio, podemos contemplar:
- El retablo de San José, barroco, tallado en madera policromada y sobredorada, del siglo XVII, o sea, coetáneo a la construcción del templo, y compuesto por banco, cuerpo y remate, centrando la composición la imagen del titular.
- Retablo de la Virgen del Rosario, barroco del siglo XVIII, tallado en madera policromada y sobredorada, con idéntica estructura que la anterior, solo que la imagen de la titular es moderna.
- Retablo de la Virgen con el Niño, de igual cronología y estructuración que la anterior, y también con una talla moderna de la Virgen,
  Pero sin duda el de mayor belleza es el del altar mayor (s. XVII), obra del oscense Tomás Vicién, dedicado a la titular de la iglesia, Nuestra Señora de Valentuñana, de estilo barroco, adaptándose perfectamente a la cabecera del templo, con una mazonería en madera tallada y sobredorada, profusamente voluminosa y decorada a base de motivos vegetales. Se compone de doble banco, cuerpo único de una sola calle y ático con cerramiento curvo. En el centro del banco un prominente sagrario conformado a modo de templete sustentado por varias salomónicas, ascendiendo en altura hasta el arranque de la calle principal. El banco se organiza mediante cuatro ménsulas, las exteriores con follaje y las interiores, algo retranqueadas, incorporan niños atlantes. El cuerpo retablístico lo articulan columnas pareadas y de orden gigante. Los soportes externos, que se hallan situados en un plano más adelantado, presentan fuste liso tripartito decorado a base de sinuosos tallos vegetales; las columnas centrales se alegran con niños desnudos jugueteando entre la talla decorativa salpicada de flores.
Retablo del altar mayor
Vírgen de Valentuñana
La calle única adquiere gran relevancia, abriéndose en ella una hornacina en exedra para dar cabida a un templete sustentado por varias columnas salomónicas y rematado con cúpula, dando cobijo, bajo el escudo de Sos del Rey Católico, a la talla de la titular, Nuestra Señora de Valentuñana, una pequeña imagen de marmolina, que no es original, y que no llega a 50 cm. de altura, de finales del siglo XII. La Vírgen, sedente y coronada, sostiene al niño en el regazo con clara frontalidad. Sobre este nicho se sitúa un tarjetón de rizado follaje sostenido por sendos ángeles y centrado por el escudo de los agustinos, que muy posiblemente debió sustituir al blasón de los carmelitas a partir del establecimiento de aquéllos en el convento en 1902.
El remate está formado por un doble frontón curvo partido y en el centro un óvalo orlado de cabecitas de querubines, en cuyo interior se incluye la Asunción. A los lados del frontón se incluyen columnas pareadas vestidas de talla vegetal de acusado relieve; las exteriores se disponen a plomo sobre los soportes interiores del cuerpo del retablo, mientras que sendas esculturas se sitúan sobre unos cubos extremos, ocultando éstas parcialmente los aletones de follaje que escoltan la estructura del ático.
La potente arquitectura está recorrida por motivos vegetales tratados con cierto rizamiento, el follaje se incorpora a las tarjetas decorativas. Otros elementos son las cabecitas de querubines, los blasones, los niños desnudos distribuidos por los soportes centrales del cuerpo único y los niños atlantes de las ménsulas interiores del banco.
En cuanto a la iconografía, aparte de la Virgen Titular y de la Asunción, el resto de imágenes hacen referencia a advocaciones carmelitas, distribuyéndose estas por toda la estructura arquitectónica. A los lados del sagrario se localizan las pequeñas tallas de Santa Agueda y Santa Lucía   En el cuerpo único se localizan San Elías, San Alberto y otros dos santos carmelitanos; de estos últimos uno carece de emblema y el otro porta únicamente palma martirial. En los extremos del ático se veneran a San Juan de la Cruz y a otro santo sin identificar, vistiendo todos ellos hábitos amarronados y capa blanca.
La talla de la Asunción, con boca entreabierta y mirada dirigida hacia lo alto, aparece representada de pie y ataviada con túnica y un dinámico manto de plegamientos curvilíneos, de gran agitación, que enlazan con la forma de trabajar del escultor Tomás Vicién.
- Retablo de San Agustín, barroco, del siglo XVIII y de estructura similar al de San José.
- De la misma época y parecido esquema son los retablos de la Virgen con el Niño y el dedicado a la Vírgen.   
A los pies de la nave destaca el coro, con acceso al convento, y una pila de agua bendita, barroca, del siglo XVII, tallada en piedra.

Edificio conventual con detalles típicos de la arquitectura civil aragonesa 
                                                                                        Por otra parte, el edificio conventual posee las características arquitectónicas propias de la arquitectura civil aragonesa del siglo XVIII, con cuatro alturas, la última de ellas con arquillos de medio punto. Su distribución se ha realizado en torno a un patio central con todas las dependencias inherentes a este tipo de construcciones: oratorio, comedor, celdas, capilla y biblioteca, y con entrada independiente del templo, aunque comunicados interiormente.
Los alrededores del monasterio son idóneos para pasear o simplemente contemplar la naturaleza. Pinares, choperas y alamedas rodean el enclave permitiendo la relajación del cuerpo, de la mente y del espíritu, respirando aire limpio y acompañado por el dulce trino de los pájaros.
Actualmente las instalaciones están abiertas para quienes quieran disfrutar de este ambiente tranquilo y sosegado, así como dispone también de amplias salas, aulas y talleres para la organización de cursos, campos de trabajo, asambleas y seminarios que tienen lugar a lo largo del año, principalmente en verano, dirigidos a grupos infantiles y juveniles. Precisamente uno de estos grupos de trabajo esta restaurando la antigua fuente a cuya vera apareció la imagen de la Virgen hace más de siete siglos y que quedó en muy mal estado hace unos años a consecuencia de los vertidos incontrolados de Sos.
Los lugareños realizan una romería todos los años que se celebra el domingo y lunes de Pentecostés, y del 31 de agosto al 8 de septiembre tiene lugar “El Solemne Novenario a la Vírgen”, terminando con la fiesta de la Natividad de María, su Titular.


Ver más fotografías del monasterio aquí



  









[1] Archivo del Convento de Ntra. Sra. de Valentuñana
[2] A.H.P.S., García de Urriés, año 1544, f. 155, en “Obras de construcción de Ntra. Sra. de Valentuñana”, en: San Vicente, Angel. Acotaciones documentales para la historia del arte en Cinco Villas durante el siglo XVI, p. 412.
[3] Id. Año 1547, f. 261.
[4] A.H.P.Z., Secc. Clero Regular, caja 1, leg. Nº 81 (signatura antigua)
[5] A.H.N.M., L. 18.691, “Sección del Clero”, f. 218v.
[6] Marteles López, Pascual. La desamortización de Mendizábal en la provincia de Zaragoza (1835-1851). Vol. 1. Tesis Doctoral. Dpto. de Historia Moderna y Contemporánea. Facultad de Letras. U.A.B., 1990.
[7] ibidem





BIBLIOGRAFIA:

-ABBAD RÍOS, FRANCISCO. Catálogo monumental de España: Zaragoza, pp. 639-642. Zaragoza, 1957.
-AGUIRRE, JAVIER. El santuario de Valentuñana. Revista Viajar por Aragón, nº 24. Heraldo de Aragón, marzo de 2003.
-COSTA FLORENCIA, JAVIER. El escultor oscense Tomás Vicién y el retablo mayor del convento de Valentuñana. Diario del Alto Aragón, 10 de agosto del 2012.
-FERNÁNDEZ PÉREZ, GREGORIO. Historia de la Iglesia y Obispos de Pamplona, Real y eclesiástica del Reino de Navarra. Dpto. Historia. U.N. Imprenta Repulles. Madrid, 1820.
-GARCÉS ABADÍA, MÁXIMO. Sos del Rey Católico, 2ª ed. Edilesa, 2009.
-GUIRAO LARRAÑAGA, RAMÓN. Las Cinco Villas en Aragón durante la guerra de la Independencia. XXII Premio Los Sitios de Zaragoza, 2007. Asociación Cultural "Los Sitios de Zaragoza". Zaragoza, 2007.
-MARTELES LÓPEZ, PASCUAL. La desamortización de Mendizábal en la provincia de Zaragoza (1835-1851). Vol. I. Tesis doctoral. Dpto. de Historia Moderna y Contemporánea. Facultad de Letras. U.A.B., 1990.

-SAN VICENTE, ANGEL. “Acotaciones documentales para la historia del arte en Cinco Villas durante el siglo XVI”; en “Estudios en Homenaje al Dr. Eugenio Frutos Cortés”, pp. 367-444. U.Z., Facultad de Filosofía y Letras. Cometa, S.A., Zaragoza, 1977.

EL CEMENTERIO DE SOFUENTES

Se dice que los habitantes de Sofuentes siempre se han sentido un tanto abandonados respecto a la cabecera del municipio, Sos del Rey Católico, situada a más de cuatro horas de camino y al otro lado de un importante puerto de montaña, y parece ser que esto ya viene arrastrando desde la Edad Media, pues ya en el siglo XIV los vecinos de Sofuentes expusieron al Papa Benedicto XII “...que su pueblo distaba legua y media de la iglesia parroquial de Sos, a la que pertenecían, y que se alzaban de por medio unos montes altísimos, por lo cual ellos, que eran unos cien, no podían acudir a dicha iglesia especialmente en invierno, carecían de sacramentos y morían sin ellos, sus cadáveres permanecían inhumados varios días en sus casas y los niños fallecían la mayor parte de las veces sin bautizar”.. El Papa mandó al obispo de Pamplona que autorizase a los habitantes de Sofuentes para construir “una capilla con cementerio y pila bautismal, y dotarla para la sustentación de un capellán, que celebrase en ella continuamente”.[1]
No se sabe si se llegó a construir la capilla con el cementerio, pero lo que sí es cierto que si llegó a edificarse no ha conseguido mantenerse en pie a lo largo de los siglos por los motivos que fueran (abandono, destrucción, guerras...) No obstante, casi un siglo después, en 1415, los vecinos de Sofuentes seguían pidiendo la construcción de una iglesia en la que poder celebrar misa y otros oficios divinos, según un mandato oficial de Benedicto XIII al oficial de Zaragoza[2]
Esto, tal vez pueda explicar la existencia de una actual leyenda en Sofuentes que suele darse totalmente por verdadera y en la que interviene una mula, con cierta aureola mágica y extraña, en la construcción del pequeño cementerio de la localidad que permitió, por fin, poder dar sepultura a sus muertos, no teniendo que transportarlos por el largo y pesado camino hasta Sos.
Algún vecino de Sofuentes todavía recuerda que “... hace muchos años tampoco teníamos aquí cementerio, había que ir a enterrar a Sos, y hubo un señor, Zacarías, que le decían de casa de la Crescencia, que se le murió un crío y se negó a llevarlo a enterrar; entonces los de Sos mandaron unos alguaciles a buscarlo y el hombre se negó, y le insistieron y seguía negándose. Entonces los alguaciles buscaron una mula jita e iban a montar el mortichuelo que se dice, el crío, en la mula jita y la mula se tiraba al suelo y no consintió que nadie la cogiera, y así varias veces, y entonces aquello resultó tan violento que hicieron cementerio”.[3]
A Partir de entonces los sofuenteros ya no tuvieron la necesidad de ir a Sos a enterrar a los muertos, pues contaban ya con su propio camposanto. Era el año de 1897.(ver actualización)




[1] Reg. Vat. 129, f. 182v, n. 181 (18 agosto 1341) Publ.José Goñi Gaztambide. Los obispos de Pamplona del siglo XIV, p. 113-114. Institución Príncipe de Viana. Pamplona, 1962.
[2] Reg. Aviñonés 347, ff.455v-456r. publ. en: Ovidio Cuella Esteban. Bulario Aragonés de Benedicto XIII; III, La Curia de Peñíscola (1412-1423) Doc. nº 506, 15 de febrero de 1415, pp. 250-251.
[3] Rivas, Félix. A. “Los paisajes del silencio,” en La Magia de Viajar nº 28, octubre 2007, p. 80.






BIBLIOGRAFÍA


-CUELLA ESTEBAN, OVIDIO. Bulario Aragonés de Benedicto XIII; III, La Curia de Peñíscola (1412-1423). Fuentes Históricas Aragonesas, nº 40. I.F.C. Zaragoza. 2006. 
-GOÑI GAZTAMBIDE, JOSÉ. Los obispos de Pamplona del siglo XIV, I.P.V. Pamplona, 1962.
-RIVAS, FELIX A. "Los paisajes del silencio" Rev. La Magia de viajar, nº 28. Octubre 2007.

sábado, 13 de diciembre de 2014

LOS CRUCEROS

Las manifestaciones religiosas son siempre dificiles de abordar porque forman parte del mundo de lo intangible y se mezclan con los sentimientos y con los rituales.
Urbanísticamente pocos son los elementos arquitectónicos religioso-decorativos que podemos encontrar en Sos. Básicamente se reducen a los cruceros.
Los cruceros son construcciones de piedra que sostienen una cruz o una imagen religiosa en una o varias capillas (peirones) que tenían una doble función: una como referente para jerarquizar, ordenar el paisaje, y orientar al caminante y la otra función era de carácter religioso o supersticioso, pues unían al sentido del lugar donde realizar rogativas o dar gracias, el hito simbólico que protegía al pueblo y sus gentes guardando los caminos de acceso.  Se situaban a la entrada o salida de las poblaciones, indicando el límite entre el pueblo y las afueras, junto a los caminos, en cruces y bifurcaciones donde uno podia perderse. Otros, por su estratégica situación, se encuentran en cerros elevados, visibles desde diversos puntos alejados, sirviendo de referencia incluso cuando las fuertes nevadas habían borrado todos los caminos; y otros se alzan sobre despoblados, ejerciendo todavía funciones de protección sobre las localidades próximas.
Los orígenes de los peirones, en la acepción antigua, se remontan hasta la Antigüedad. En el mundo romano se creía que los cruces de caminos eran lugares frecuentados por fantasmas y almas en pena y para espantarlos se colocaba en ellos una imagen de Mercurio, Dios de los caminos y guía de los viajeros, que consistía en una columna de piedra o madera.También se levantaban aras en las calzadas y en las salidas de las ciudades en los que se podían hacer sacrificios a los dioses confiándose a su protección.
En su concepción actual, los peirones tienen su origen en tiempos de la reconquista, en el siglo XII aproximadamente, colocando hitos o mojones en puntos singulares de los caminos (bifurcaciones, salidas y entradas a poblaciones, pasos de montaña, etc,) para ayudar al caminante y al peregrino, todavia hoy en uso por cazadores y pastores. Los había de todo tipo, desde los simples montones de piedra, pasando por los postes de madera, hasta las columnas de piedra con inscripciones o símbolos. Con el tiempo, los mojones fueron incorporando elementos religiosos (cruces, imágenes religiosas) que invitaban al caminante a encomendarse a Dios en el momento de iniciar o seguir camino. Su origen es posible que se remonte al suglo XIV, pero su mayor desarrollo se produjo en el siglo XVII.
El crucero se compone de cinco partes bien diferenciadas.
La plataforma o basa, con forma cuadrada y constituida por una o mas gradas o escalones.
El pedestal, también cuadrangular, generalmente liso pero los hay con inscripciones.
El fuste o varal, pudiendo ser cilindrico, cuadrangular u octogonal, aunque los hay lisos con diversos motivos ornamentales
El capitel, de compleja y variada composición.
La cruz, raramente sola, a veces con un Cristo crucificado en su cara anterior y una imagen de la Vírgen o de algún santo en su cara posterior.
La expresión simplificada del crucero es la cruz de piedra, sola, sin nada más.
Los que existen en Sos tienen el remate de la cruz en forja, pero no hay que olvidar que durante la guerra civil muchos fueron mutilados y destruidos.

Todos las cruces de término y peirones de Aragón están considerados como bien de interés cultural por la Ley 3/1999 del Patronato Cultural Aragonés en su disposición adicional segunda.
En Sos del Rey Católico existen seis cruceros: tres en el núcleo urbano, dos en Valentuñana y uno en Sofuentes.

Cruceros de Sos del Rey Católico


                                1.    Crucero del Portal de Zaragoza.  Llamado así por su actual situación en el portal de la muralla que lleva su mismo nombre por ser puerta de entrada en el camino desde Zaragoza.Anteriormente estuvo ubicado en otros sitios: en el cementerio viejo, cerca de la calzada de Uncastillo, junto a la ermita de Santa Lucía, por la Val de Roita, y mucho antes en un cruce de caminos medievales sobre las calzadas romanas que iba de Sos a Navardún y de Urriés-Navardún a Sangüesa.

Crucero del Portal de Zaragoza
Basa y pedestal del crucero del Portal de Zaragoza con detalles de conchas labradas



                               



                         2.    Crucero del Portal de la Reina.Igualmente llamado así por estar situado en el portal que lleva su nombre. Este también estaba ubicado en otro lugar, concretamente en el cementerio nuevo. En la basa presenta la inscripción de su donante(ver)

Crucero en el Portal de la Reina
                             3.    Crucero de San Juan. Ubicado actualmente en el portal de Jaca.También recibe el nombre de “Cruz de Portillas”, por haber estado emplazado originariamente en la partida de “Portillas”, en la carretera de Navardún, muy próximo al desvío hacia Undués de Lerda, concretamente en el cruce de caminos medievales Sos-Undués y Urriés-Navardún-Sangüesa.
Crucero del Portal de Jaca
                               4.    Crucero de Valentuñana. Situado delante del porche de acceso a la Iglesia de Valentuñana. Marcaba el cruce de caminos Sos-Navardún y Sos-Petilla de Aragón en su intersección en Valentuñana.
Crucero de Valentuñana (frente a la iglesia)
            5.    Crucero de Valentuñana. Situado en un jardín dentro del recinto del convento.



                                                             
Crucero de Valentuñana (jardín)
                  6.    Crucero de los tres caminos (Sofuentes) Situado a la entrada de Sofuentes en el cruce de los viejos caminos de Peña y de Sos. Fue trasladado de su primitiva ubicación cuando se construyeron las piscinas municipales, acomodándolo dentro del pueblo, muy próximo a su primer emplazamiento, en un pequeño jardín delante del palacio-castillo y convento de los escolapios.

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Crucero de los tres caminos (Sofuentes)






BIBLIOGRAFIA:

-www.patrimonioculturaldearagon.es

LA LEYENDA Y EL CUENTO


Cuando algo no puede explicarse de manera lógica, la imaginación popular “inventa” una leyenda. Son las leyendas populares que surgen del pueblo anónimo, fruto de la fecunda imaginación de las personas. Al ser anónimas evidentemente se ignora su autor, pero eso también implica que no se conozca ni su primer mentor, y en muchas ocasiones ni tan siquiera su origen.

La leyenda es una narración que está ligada a un determinado elemento preciso que no reniega de ninguna materia  religiosa, histórica o cívica, aunque suelen ser muy frecuentes aquellas que explican hechos misteriosos, obras que no se explican “racionalmente” (pozos, ermitas, castillos, puentes, charcas, ríos, edificios señalados,…) o elementos naturales extraordinarios (cuevas, árboles gigantes, piedras con determinadas formas…) .Las leyendas contienen casi siempre un núcleo básicamente histórico, ampliado en mayor o menos medida con episodios imaginativos. La aparición de estos episodios irreales puede depender de motivaciones involuntarias, como errores, malas interpretaciones o exageraciones, o bien de la acción consciente de personas que, por razones interesadas o puramente estéticas, desarrollan el embrión original. Y por otra parte, la leyenda debe contener una moraleja ejemplarizante; se trata de exponer una serie de valores filosóficos, éticos y morales que enseñen a diferenciar el bien del mal, lo que debe hacerse y lo que no.
A diferencia de los mitos, que ocurren en tiempos y lugares imprecisos, las leyendas siempre se desarrollan en lugares determinados, pudiendo ser reales o no, pero que requieren siempre de una ubicación exacta, al igual que sus protagonistas son también individuos concretos.
Frazer, uno de los mejores conocedores del mundo imaginario de las leyendas y de los sueños humanos, decía que las leyendas son “tradiciones orales o escritas que relatan las aventuras de gente real en el pasado o que describen sucesos no necesariamente humanos, que se dice ocurrieron en determinados lugares precisos”
Sea como fuere, las leyendas se han ido transfiriendo oralmente de padres a hijos desde la aparición de los juglares en la Edad Media. Es por este motivo por el que existen infinidad de leyendas medievales que todavía perduran y seguirán existiendo debido a la mencionada transmisión oral o escrita.
Por otra parte, los cuentos son narraciones breves de hechos reales o imaginarios, protagonizados por un grupo reducido de personajes. 

Como decía García Gual, hay que diferenciar las leyendas de los cuentos populares, que no son sino “relatos imaginativos sin otra finalidad que el entretenimiento del oyente y sin que reclamen realmente su credulidad”[1]
Los cuentos y leyendas relativos a Sos del Rey Católico que vamos a ir viendo datan, la mayoría de ellos, de la Edad Media; aunque hay alguna anterior en el tiempo, también existe otra más cercana cronológicamente hablando, ubicada a principios del siglo XIX y otra más reciente, en Sofuentes, a la que se le puede dar cierta dosis de veracidad y credibilidad.




[1] Según definición de C. García Gual. Mitos, viajes y héroes; p. 64. Ed. Fondo de Cultura Económica de España. Noviembre, 2011.