miércoles, 11 de enero de 2017

UN TESORO EN FILLERA

A mediados del s. XVIII un tal Martín de Canaluche se empeñó en encontrar en Sos del Rey Católico las muchas riquezas que se ocultaban entre las ruinas de la ermita de San Pedro de Fillera. La gente del pueblo señalaba las gradas del altar mayor como el lugar más indicado para excavar y encontrar el tesoro. Y eso es lo que algunos hicieron en 1755, animados por las dotes de persuasión del de Canaluche.
Juan Blázquez cuenta: “Una vez ahondado el lugar, sacó dos palitos y les juntó las puntas pensando que uno de ellos se inclinaría e indicaría el lugar exacto del tesoro. Este sistema está basado en el utilizado por los zahorís y parece que lo aprendió en Italia, donde había vivido largos años y aprendido muchas necesidades supersticiosas”.
Pero el intento resultó fallido, y para más pena, la Inquisición hizo acto de presencia. A Martín “se le descubrieron libros con oraciones supersticiosas en latín e italiano, recetas, medallas y, sobre todo, cera en pasta, útil para sanar heridas y especialmente para hallar tesoros”. Afortunadamente en este caso, la sangre no llegó al río[1].




[1] Blazquez Miguel, Juan. Eros y Tánatos.Toledo, 1989, pp.182-183; el autor menciona como fuente original el A.H.N. Inq. Leg. 3735/394. En Tesoros ocultos y riquezas imaginarias de Zaragoza.Alberto Serrano Dolader, pag. 119, D. P. Z, Area de Cultura, 2002.

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